lunes, 20 de octubre de 2008

El relato del "federado"

Narrador: Puesto que en París se habían eliminado a los contrarrevolucionarios, los voluntarios podían partir hacia la frontera, y todos los días, los federados de todos los departamentos, así como los de París, marchaban sin temer por sus familias. La víspera de su partida, Agricol Chapette se encontraba en el cuartel de los federados de Marsella.
(Interpretando a Agricol Chapette durmiendo en el cuartel).
Ciudadano escribano: (Llamando) ¡Oh!.
Agricol Chapette: ¡Quienes lleguen tarde, que cojan una colchoneta y se vayan a la sala del fondo!.
Ciudadano escribano: Ciudadano, busco el cuartel de los federados.
Agricol Chapette: ¡Estás en el cuartel de los federados!.
Ciudadano escribano: Quisiera hablar con alguno de ellos.
Agricol Chapette: Estás hablando con uno, Agricol Chapette, federado de Marsella.
Ciudadano escribano: ¡Eres un federado! (se abrazan). Debo escribir el relato de vuestra marcha sobre París para electrizar a los que marchan al ejército.
Agricol Chapette: ¡Siéntate! Te daré una vela para que veas; pero, por favor, cuando hayas terminado, la apagas y la dejas donde estaba, que las pagamos nosotros y cuestan caras. (Se acuesta otra vez).
Ciudadano Escribano: Pero ciudadano, si quiero escribir el relato tengo necesidad de ti.
Agricol Chapette: Yo no sé escribir.
Ciudadano Esribano: ¡De acuerdo, pero yo si sé! Tú me lo cuentas y yo lo escribo.
Agricol Chapette: Tendré que contártelo desde el principio.
Ciudadano Escribano: ¡Todo!.
Agricol Chapette: Pues bueno... salimos el dos de julio... el dos de julio por la mañana. Nos habían dado la orden de reunirnos bajo los plátanos de Cours Saint-Louis. Así que allí nos fuimos con todo nuestro equipo, y también estaban los dos cañones que trajimos a París y, claro, todos los que habían venido a decirnos adiós: había abuelos y abuelas, hermanos...; estaba mi padre, que me había comprado unos zuecos nuevos, y luego en un momento dado, llegaron el alcalde, Mouraille y su adjunto Ricord. Entonces el alcalde nos entregó la bandera del batallón, y después dijo el discurso. Recuerdo muy bien que dijo:"¡El objetivo es avanzar!" Y avanzamos entonando el Canto de Guerra y salimos hacia Aix-en-Provence, y como teníamos que recorrer treinta leguas cada día, fuimos acortando por medio del campo, y de este modo, al llegar a Aix, estábamos llenos de pelusi­lla...
Ciudadano Escribano: ¿Pelusilla? ¿Qué es eso?.
Agricol Chapette: ¿La pelusilla? Son esas briznas del trigo que se meten por el pantalón y trepan por las piernas. Pues bien, como estábamos llenos de "eso", al llegar fuimos a la fuente y nos bañamos. Yo bebí por lo menos tres litros de agua, porque tenía la garganta completamente seca, una sed terrible. Y luego comimos. Yo había traído unas aceitunas, algo de salchichón y una botella de vino, y luego nos fuimos a dormir. (A partir de este momento, sus relatos se entremezclaran hasta que el relato del escribano cubra totalmente las palabras del federado).

Agricol Chapette:
Al día siguiente nos hicimos el camino de Aix-en-Provence a Coudoux, porque en Coudoux estaba previsto descansar. Y allí, nos alojamos en casa del Fermín. Y el Fermín quería que me acostara en el pajar. Entonces le dije:"No pensarás que voy a dormir en el pajar, con el calor que hace, en pleno mes de julio". A­demás, teniendo como tenía un peque­ño troje en la parte trasera, donde había siempre sombra. Finalmente, dormí en el troje. ¿Y después? ¡Ah sí!...En un cier­to momento, en el camino vemos a dos que caminan con un fusil; no sabíamos qué podían ser; ¿Quizás contrarrevoluciona­rios?. Eran dos del batallón de Montpe­llier que nos esperaba en Pont-Saint-Esprit. Allí nos reunimos a ellos e hicimos juntos el camino a lo largo del Ródano ¡Ah! más tarde, ya en el collado de Tourettes. Aquello sí que fue terri­ble; qué tormenta; había tanto barro, que el cañón quedó atrapado en un aguje­ro y fue necesario que el Bautista se metiera debajo de la rueda y empezara a empujar, así, y ¡paf! se rompe la zapa­ta. Tuvimos que esperar por lo menos media jornada antes de que la reparara; la hendidura era grandísima. ¡Ah!... más tarde, después, cuando descendíamos el collado de Tourettes, de nuevo hizo buen tiempo, y en cierto momento, el Bébert vio que salía una perdiz, apuntó, dispa­ró a la perdiz y falló...; bueno, a veces sucede, pero inmediatamente se presenta el jefe del batallón y, muy enfadado, le dice: "Si me desperdicias otro cartucho antes de llegar a París, te vuelves a tu casa". ¡Fue una lástima, porque ese tipo de perdices nunca salen solas, y debía encontrarse toda la mana­da detrás de la valla! Después, bueno, llegamos a la Bauce, y yo nunca había visto nada parecido, no había mas que campos de trigo, unos campos magníficos llenos de trigo, mientras que nosotros no tenemos más que una mala parcela de mala muerte; nunca había visto nada parecido. Después llegamos al campo de Chareuton, la última etapa, y allí nos paramos. Lo primero de todo fue limpiar­nos, ponernos elegantes y luego nos colocamos el uni­forme, unos con el som­brero, otros con el sable al cincho. Yo, yo tenía un fusil. Después, el jefe pasó revista por todas partes para ver si todo estaba bien, pero durante la revis­ta hacía calor y las avispas revolotea­ban alrededor de mi cara. Después volvi­mos a cantar el Canto de Guerra...

Ciudadano escribano:
El 2 de julio, en el puerto de la ciudad focense, los valerosos guerreros marse­lleses se habían reunido junto con sus familias. El largo cortejo de los ediles municipales había ido a su encuentro para expresarles sus mejores sentimien­tos. Un desfile de muchachas, coronadas de laureles, le habían entregado el estandarte de la ciudad; las muchachas agitaban sus ramos, escoltándoles hasta la puerta de Marsella, de donde salieron bajo los arcos triunfales que la pobla­ción había levantado en su honor. En tres horas, alcanzaron la ciudad de las mil fuentes. Allí, la muchedumbre le esperaba; había colocado al aire libre mesas en donde el vino y los alimentos, que habían sido donados por los pueblos vecinos, debían otorgarles nueva fuerza y valor. Los cantos resonaban por todas partes; trompetas y tambores les escol­taban por los caminos; las manos les eran tendidas a su paso y como los hé­roes antiguos, como Aquiles, el de los pies ligeros, como los compañeros de Ulises, no sentían la fatiga y por todas partes los ejércitos contrarrevoluciona­rios huían ante su valor. Sin descanso, franquearon los Alpes y el Ródano a nado porque no necesitaban barcas. Llegaron a Vienne y en este lugar, una joven vesti­da de nación les entregó las llaves de la ciudad, y de nuevo los cantos resona­ban por todas partes, y fue allí, en Viennes, donde, reunidos con las cohor­tes de Montpellier entonaron juntos el canto de guerra del ejército del Rhin:
"Allons enfants de la patrie.
Le jour de gloire est arrivé.
Contre nous de la tyrannie.
L'entendard sanglant est levé."
Y entonces llevados por el ritmo de las canciones, penetran por medio de los trigales de la Bauce, donde sus pasos heroicos se abren un camino entre las espigas; ante ellos se abren rutas nunca holladas, y las poblaciones en pleno se les acercan, llevándoles los niños y los viejos. Se les levantan montañas de laurel, y saltando por encima de las montañas, llegaron a París, el volcán de la revolución. Y este impulso, lo encon­trarán mañana para ponerse en marcha a las puertas de París, y lanzarse hacia el Norte, donde los restantes ejércitos le esperan para salvar la nación, libe­rar al mundo de la tiranía y fundar una república universal. ¡Viva la nación!.

Prueba1

jueves, 16 de octubre de 2008

Para mis alumnos de 4º B

Con el afán de defender el Amazonas, nace este blog y contentar a mis alumnos de 4ºB (ex 3ºA, ex 2ºA) del "Alvar Núñez". Va a ser la manera de comunicarnos sin necesidad de agotar el papel.